martes, 13 de octubre de 2009

Tres historias diferentes, tres vidas diferentes. ¿Qué tienen en común?

Optamos por reflejar la cotidianeidad por la cual atraviesan tres personas con diferentes realidades. Testimonios que conducen sin duda a reflexionar…

Tres cuadras de Culpa y una reflexión desesperada

“Soy la típica persona que sólo se preocupa y se ocupa de los temas que afectan su vida diaria: la inseguridad, porque quiero caminar tranquila por la calle, el conflicto campo-gobierno, porque vengo de una ciudad agrícola-ganadera, la falta de agua, porque mi barrio es uno de los más afectados y me tengo que levantar a las 7 de la mañana para poder bañarme. Las demás realidades las conozco, pero sólo eso.
Soy egoísta y, ahora, lo reconozco.
Hace unos cuantos viernes atrás, al recorrer las instalaciones de la Escuela para discapacitados motores de la ciudad de Bahía Blanca, sentí lo lejos que estaba de mí esa realidad, lo desconocido que me resultaba todo y lo mal que me hacía. Pero sobre todas las cosas, pensé y repensé lo egoísta que era.
A medida que íbamos entrando a los salones y conociendo a los chicos, no podía dejar de imaginarme dentro del cuerpo de uno de ellos. Pensaba en qué sentiría si dependiera de alguien para comer, para ir al baño, para moverme, para expresarme. Me pregunté si realmente tendría conciencia de mis discapacidades. Sentí bronca. Se supone que ningún niño debería vivir así. Uno de los chiquitos se apoderó de toda mi atención e hizo que, por un momento, sintiera ganas de salir corriendo de ese lugar. Parecía estar en “otro mundo”. No podía mantener la vista fija en ninguno de los que estábamos en esa aula, ni siquiera sé si en algún momento percibió nuestra presencia. Sentí ganas de llorar.
Al salir de la escuela, mis compañeros reflexionaban acerca de la poca importancia que le damos a lo que tenemos. Nos quejamos porque al llegar a casa nos espera un plato de fideos que no nos gustan, porque tenemos que caminar todos los días muertos de frío para ir a cursar pero olvidamos darnos cuenta de que podemos caminar, podemos estudiar, podemos comer. Mi respuesta fue un tanto cruda pero, creo, muy cierta. Pregunté de forma irónica cuanto nos iba a durar en la mente el efecto de la “culpa” y el sentimiento de egoísmo al ver cosas que tendrían que hacernos valorar lo que tenemos y no valoramos. Planteado el interrogante se hizo un corto silencio. Al pasar por la Universidad del Sur nos sentamos en la fuente, nos sacamos una foto, y comenzamos a organizar la tarde entre mates, PlayStation y bizcochitos. Duración de la culpa: tres cuadras.
Definitivamente, me siento una persona egoísta”.

Florencia, estudiante de periodismo.
21 años


El testimonio que nos ha compartido Florencia, no refleja su modo de pensar, ni siquiera tampoco el de los jóvenes. Más bien diría el de la sociedad.
La misma sensación, la misma reacción que se ha despertado en ella producto de la visita a la escuela especial, es probable que le ocurra a muchos de ustedes. O porque no atreverme a decir a muchos de nosotros.
Aquellas realidades están tan cerca, que a pesar de eso no la podemos ver. ¿No la podemos ver? O ¿somos indiferentes?



Una historia que también amerita ser narrada es la de Juan. Él es jubilado, tiene 80 años, y estuvo acostumbrado durante todos estos años a desenvolverse sin ninguna dificultad.
Su empleo lo mantenía muy activo, realizaba gran cantidad de viajes en las semanas a ciudades vecinas. Los campos eran seguidamente visitados por este trabajador.
Con el correr del tiempo, su esfuerzo produjo frutos. Todos estos, decidió volcarlo a lo más valioso que tiene en su vida, a su familia. Por ello, es común escuchar de él que te cuente por las historias que ha atravesado. Las cuales fueron necesarias para poder construir el presente.
Hace aproximadamente 2 años, Juan comenzó a tener una disminución en la vista. El padece desde hace mucho tiempo diabetes, y ante el avance de la misma su vista se ha afectado aún más. En consecuencia, actualmente ha perdido prácticamente la visión.
Es toda una prueba para él levantarse cada día y no recordar como era hace un tiempo cuando veía, por supuesto las quejas se han incrementado.
No obstante, cuando la calma vuelve a tomar el escenario y se posa sobre él lanza el comentario: “me voy a hacer bicicleta”
El ejercicio constante le permite no solo mantenerse en forma y procurar estar sano, sino que además se convierte en una acción placentera y de distracción.
Si su mujer estaba cercana y atenta a todo lo que le ocurría, a partir de su ceguera lo está aún más.
Su realidad diaria se ha transformado, sin embargo sabe que quienes están a su alrededor están para ayudarlo. La vida le ha dado regalos maravillosos y eso lo sabe muy bien.
De esta traba, es él quien posee la llave de la puerta para que su transcurrir cotidiano sea agradable…

Ya hemos recorrido algunas historias, ¡pero seguí leyendo!, aún falta una. Y seguramente te va a sentir satisfecho luego de leerla.



Maxi, tiene 25 años, es el tercer protagonista. Padece una discapacidad desde su nacimiento, no importa cual. La problemática que padece no es lo que lo distingue.
El espíritu con el que trabaja, la alegría que transmite en su andar, la efusividad que demuestra cuando observa a su equipo de básquet del cual es hincha, dan claras evidencias que una persona puede adaptarse a las diferentes adversidades de la vida. Su obrar cotidiano es un verdadero ejemplo.
En su rutina diaria debe asistir a trabajar a la panadería. La cual le brinda la posibilidad a él y a otras tantas personas con diferentes capacidades de sumar experiencia en el campo laboral.
Cruzarlo en el barrio es frecuente, pero si alguno desea encontrarlo rápidamente y no sabe por donde comenzar, debe asistir a la cancha. Principalmente cuando el primer equipo de básquet del cual es hincha suele presentarse durante la semana en los distintos escenarios de la ciudad.
Es uno de los hinchas más caracterizados del club, hasta en los entretiempos suele preguntar, ¿como van los demás partidos?, para saber si su equipo escala o no alguna posición en la tabla de posiciones. Pero además de su pasión por el básquet, suele disgustarse seguido con su equipo de fútbol. ¡Como no lo va a estar! si River tiene un paupérrimo presente deportivo e institucional. Sin embargo se dio el lujo tiempo atrás de visitar “El Monumental” de Núñez.

Como ya hemos observado, cada historia tiene su particularidad. Florencia, Juan y Maxi han dejado su impronta.
Tres realidades diferentes, tres vidas diferentes, ¿sacó su propia conclusión?, ¿qué tienen en común?

2 comentarios:

Lucho dijo...

A full, con "SIn diferencias" Danilo.

Gracias por el ejemplar, aún no lo miré en detalle, pero pinta de calidad eh!

Buenas historias, miradas de diversos ángulos ante ésta realidad...

Andres... dijo...

DANILE........
MUY BUENAS TUS NOTAS, ESTA Y LA DE APADEA SON LAS QUE MAS ME GUSTARON...
SEGUI CON TU BLOG ASI LEO MAS NOTAS TUYAS.....