Susana Renzi, Asistente Social, trabaja hace 9 años allí. Fue quien nos recibió y contó acerca de la historia de la institución y como es el trabajo cotidiano en Italia 247.
El taller protegido se inició en 1994 como experiencia piloto impulsado por un grupo de padres y voluntarios de la comunidad. En la actualidad, las distintas familias y comercios del macro centro esperan ansiosos la llegada de los distintos tipos de panificados.
“El fin era crear un espacio de integración, socialización y contención para posterior desempeño laboral”, sostuvo la profesional.
Para la puesta en marcha Cáritas cedió un local, “El Buen Pastor”, permitiendo iniciar el aprendizaje integral a cargo de un maestro panadero y una coordinadora.
“Comenzaron 10 jóvenes con distintas discapacidades, provenientes de escuelas de capacitación laboral y otros sin experiencia alguna. Lo cual permitió que haya más chicos que luego de formarse pueden insertarse en el ámbito laboral”, afirmó Susana.
Debido a la existencia de una legislación vigente, este emprendimiento pudo ser enmarcado dentro de la categoría de Taller Protegido. Llegando a firmar un convenio con el Consejo Provincial de la Familia y Desarrollo Social.
“En la actualidad hay pocos talleres protegidos, por lo tanto todos aquellos emprendimientos que no estén resguardados resultan difícil de mantener y que perduren en el tiempo puesto que deben autosustentarse”
En 1996 la panadería “Nuevo Sol” se convirtió en una Asociación civil sin fines de lucro, con personería jurídica. La planta funcional pasó de tener de 10 a 25 operarios.
“Con ese número también hoy es con el que trabajamos en el taller en horario corrido desde las 8 hasta las 17. Existen dos turnos rotativos y cada 15 días van alternando es su rol en las distintas áreas con las que contamos. Producción, cocina dentro del local, mantenimiento y acondicionamiento de envasado de latas. Se arman ruedas para que el trabajo sea colectivo. Las edades van desde los 21 hasta 42 años que tiene el mayor”, agregó la asistente social.
Además de la cantidad de personas mencionadas, cuentan en su plantel con un maestro panadero, un ayudante, un encargado y una terapista ocupacional.
Con el transcurso de los años y el apoyo que recibieron de distintas empresas lograron adquirir un local propio para que el 27 de abril de 1999 dieran un gran paso y abrieran sus puertas al público. Por lo tanto, comenzaron a brindar un servicio a la comunidad.
“El trabajo que se realiza es muy importante, lo hacemos con mucho amor y los chicos han aprendido diversas tareas. Por ejemplo, antes no podían transportarse en colectivo o desenvolverse solos, pero con acompañamiento y contención han alcanzado cierta autonomía”.
Susana nos comentaba que la misma comunidad ha aprendido a recibirlos. Y que según ella también ha variado la mirada de la gente acerca de quienes padecen distintas problemáticas. Argumentando que ha dejado de ser exclusiva para convertirse en integradora.
“Las familias y comercios del macrocentro esperan ansiosos la llegada de los chicos. Cuando se decretó el estado de emergencia por la gripe A, ellos tuvieron que dejar de venir a trabajar. Debido a esto, los vecinos y clientes acostumbrados al reparto domiciliario de los panificados nos preguntaban cuando volverían”, narró emocionada nuestra entrevistada.
El esfuerzo y la entrega de toda esta gente, sumado al apoyo de la comunidad han posibilitado el crecimiento de la institución en tiempos difíciles.
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